Durante la Edad Media se fijaron las 26 letras del abecedario romano, pero su origen puede remontarse a miles de años. El precursor más antiguo fue un alfabeto ideado por los fenicios, el pueblo de lengua semítica que habitó las playas orientales del mar Mediterráneo, principalmente en lo que hoy es Líbano. El alfabeto fenicio evolucionó de la escritura ideográfica del antiguo Egipto y de otras sociedades aún más antiguas donde las consonantes se representaban por medio de signos, comenzando por alef, bet, gimel. Las vocales no se escribían. Entre 800 y 700 a.C., los griegos adaptaron la escritura de sus socios comerciales, los fenicios, para representar su propia lengua. Una innovación griega fue el uso de seis de los signos semíticos para representar las vocales. La primera letra, alef, se convirtió en alfa, que se transliteró en el abecedario romano como A. Los fenicios escribían de derecha a izquierda, como en hebreo, árabe y muchas lenguas asiáticas del presente. Las inscripciones griegas más antiguas también se leen de esta manera. Los griegos adoptaron entonces un estilo conocido como bustrofedón (escritura que giraba como los surcos hechos con bueyes), en el que se escribía de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, en líneas alternadas. En alguna época alrededor de 500 a.C., por razones que aún se desconocen, comenzaron a escribir de izquierda a derecha exclusivamente, quizá porque en esa dirección era más fácil mover la recién introducida pluma de punzón de carrizo. Los etruscos de Italia copiaron el modelo griego para su propio abecedario del que procede el antiguo abecedario romano de 23 letras. Las letras J, U y W se agregaron durante la Edad Media.
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