Considerar la posibilidad de que nuestro planeta dejara algún día de girar por cualquier causa es desde luego absurdo. Pero resulta curioso especular con lo que tal hipótesis conllevaría. Los cambios en la superficie serían catastróficos para la vida en cualquiera de sus formas, debido sobre todo a la brutal alteración del clima. La cara de la Tierra que quedara permanentemente orientada hacia el Sol acabaría convertida en un desierto con temperaturas insoportables, mientras los océanos comenzarían literalmente a hervir, levantando monstruosas columnas de vapor de agua. La cara oculta, sumida en la absoluta oscuridad, soportaría temperaturas bajísimas, lo que acabaría por formar un grueso manto de hielo. Como consecuencia de las extremas diferencias térmicas entre ambas caras - la expuesta al Sol y la oculta-, violentos vientos huracanados azotarían constantemente el globo. Indudablemente ocurrirían muchos otros efectos colaterales, pero en general quedarían enmascarados por el apocalipsis climático. Así, por ejemplo, todos los objetos experimentarían un aumento de peso debido a la ausencia de fuerza centrifuga que proporciona la rotación terrestre. Y también la atmósfera sufriría transformaciones a causa del aumento de la gravedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario